Un comentario con el cafecito de la mañana

En los cada vez más lejanos días de mi adoloescencia recuerdo haber escuchado alguna vez loables comentarios acerca de Cuba, y más específicamente, Fidel Castro, como hombre inteligente, capaz, hábil con los números, etc. Escuché comentarios como por ejemplo, que Cuba era el “último baluarte de dignidad que aún quedaba en América Latina”, y cosas por el estilo… francamente, como adolescente que era, lo escuchaba sin oponer mayor análisis crítico, sin embargo mantuve esas palabras en una especie de área mental de cuarentena; es decir, en ningún momento las hice mías.

Más allá de lo “enorgullecedoras” que pretendieron sonar estas declamaciones había en ellas un cierto contenido, un mensaje, una connotación estética de un pensamiento impregnado de un fabuloso deseo proselitista en lo “ideológico”, como remembranza de un esquema de pensamiento surgido en Latinoamérica, en la década del sesenta, con la implantación del castrismo en Cuba, como régimen satélite del extinto bloque comunista soviético.

No soy entendido en política, ni mucho menos politólogo, pero, como individuo “de a pie” me llama poderosamente la atención que personajes, en una época, tan sobresalientes, puedan sobrevivir aún en el terreno político ¡con el mismo discurso de hace 40 años!... ¡en un mundo profundamente distinto del de aquella época!

Este comentario deriva de la lectura de un comunicado que afirma que el 80% del empresariado venezolano apoya la reforma constitucional del 2d-2007 hacia el modelo “socialista” propugnado por Chávez… seguí observando el portal… era cubano y auspiciado por el régimen castrista… ahí comprendí.


De niño observaba a los adultos y añoraba entender el mundo alguna vez… hoy, siendo adulto, sigo añorando entender el mundo alguna vez… sin embargo algo me dice que nunca lo haré.

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