Romper el silencio: el desafío de una valentía proscrita

 


Tacna, Perú. Viernes, 19 de septiembre de 2025


Creo que muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos, de lo que somos, de nuestras capacidades, de nuestras relaciones con los demás, de nuestro planeta, de nuestro cuerpo y así la lista se haría más y más larga. La vida pasa día a día, minuto a minuto, instante a instante y todo cambia; evoluciona; impermanece.


Me veo en el espejo de mi alrededor y veo seres autómatas, programados para cumplir ciertas funciones, engranajes que giran en torno a un eje predeterminado y que, durante su vida útil tienen un rol; entidades que viven en “automático”, incapaces de salir de ese molde, de ese corsé que le da algún sentido a sus vidas; seres incapaces de ir un paso más allá de su guión, de salirse al menos un poco de su caja; seres que se van marchitando en su propio mundo gris con el único sentido de no tener sentido.


Pero ¿qué ocurre cuando aparece por allí algún ser de color? un ser que rompe el silencio con su voz, un ser con su propio color, el que él eligió, no porque esté dictaminado en ningún sitio salvo en su propio corazón, ¿qué pasa si aparece por ahí un ser “diferente”? no malo ni pernicioso, sino simplemente “diferente”, por ejemplo un ser que sonría al llegar a un lugar, que de los buenos días mirando a los ojos, que se comunique con su alma desnuda, que aplauda cuando nadie más lo hace, que se atreva a mostrarse tal como es a los demás, que traiga un vaso de agua al sediento que no lo ha pedido, que pueda ver belleza donde muchos no la ven, que pueda cantar bajo la lluvia, que pueda ver el sol en la noche, que pueda llorar sin darse cuenta al escuchar cierta melodía, que pueda hablar con los animales, las plantas, las rocas y los objetos, que pueda mirarse al espejo y hablar en silencio con su reflejo, que pueda volar a donde muchos nunca han ido, que pueda traer luz a donde hay oscuridad.


Quizás los grises no lo entiendan, quizás los grises se incomoden, quizás los grises enfurezcan, quizás los grises lo juzguen, quizás los grises lo condenen, quizás los grises lo maten.


Y después, quizás, los grises, satisfechos, puedan regresar a su caverna a seguir, quizás, estando.


Quizás tú, que estás leyendo esto seas un ser gris o quizás creas que no lo eres porque tus ropas son de colores; quizás aún no te has dado cuenta que tus ropas son lo de menos y que lo que importa es tu piel o quizás lo más importante es tu alma o quizás tu consciencia.


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