Los días pasan


Los días pasan y cada mañana suena el tic tac del reloj en cuenta regresiva, la de quienes están por irse y aguardan el día del vuelo hacia otros destinos, la del que no se puede ir y ve su despensa menguar sin poder hacer nada para evitarlo, la del empleado expectante cada quince y último con la ilusión perdida de no empobrecerse tan rápido cada dos semanas, la de muchas familias frente a la certeza de un futuro incierto.

Los días pasan mientras pasan por nuestra memoria los últimos quince o dieciséis años en   la mayor paradoja de nuestra historia: un país recibe la mayor cantidad de divisas por unidad de tiempo en toda su historia durante una década y media y al mismo tiempo se sumerge en un pozo insondable de escasez, violencia y pobreza, un pozo con olor a hidrocarburo.

Los días pasan y con ellos los minutos, segundos y horas, sin saber cuál de ellos ocurre primero, en una danza sinfín, en medio del jolgorio de noticias, rostros, ruidos y destellos fugaces de una ciudad en metamorfosis. Hablan los políticos y analistas, también los titulares de los diarios, pero creo más en la honestidad de los precios de los alimentos, en la franqueza de los anaqueles y en la sinceridad de los sueldos, por no hablar de la de los estómagos.

Los días pasan y los niños nacen cada vez más seguido, particularmente los niños de las zonas rojas; los de las otras zonas nacen cada vez menos o lo hacen fuera del país. La ignorancia y la miseria se han vuelto muy fértiles y prolíficas en tiempos de revolución, la revolución del engaño y la destrucción de valores, la revolución de la ignominia de cara al mundo para demostrar con maestría cómo quince años son suficientes para aniquilar un proyecto de país y socavar el futuro de millones y “millonas” (perdón, esta última palabra es una aberración a la lengua de Cervantes).

Los días pasan mientras el precio del petróleo baja, como recordándonos de dónde viene y hacia dónde van los que no aprovecharon las vacas gordas o no repararon el tejado en los días de sol brillante. Los días pasan y la tierra, otrora húmeda, se levanta seca y furiosa en torbellinos. Los días pasan y dan paso a otros días que están por venir.

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